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lunes, 6 de marzo de 2017

Industria del calzado: falta de transparencia y radiografía general en cuanto a Derechos Humanos

De las 23 empresas contactadas por la campaña Cambia Tus Zapatos para evaluar sus comportamientos en cuanto a Derechos Humanos, solo solo 12 respondieron a los cuestionarios. 11 de las marcas no quisieron pronunciarse ni emitir comentarios cuando fueron cuestionadas sobre cómo garantizan la protección de los derechos humanos y laborales de las personas que producen los zapatos que venden. Opacidad total, cuando la debida diligencia en derechos humanos incluye informar públicamente sobre las acciones realizadas para garantizar los derechos. ¿De qué no quieren hablar? Estas marcas son: la española Camper, Ara, Bally, Birkenstock, CCC, ECCO, Ferragamo, Leder & Schuh AG, Rieker, TOD'S y Wojas.




Infografía extraída del informe Derechos laborales pisoteados

No conozco la mayoría de estas marcas, pero el hecho de saber que CAMPER prefiere no explicar
cómo garantiza el respeto de los derechos humanos y laborales en su cadena de producción, en lugar de rendir cuentas, hace que tome la decisión de no volver a consumir calzado de esta marca, al menos hasta que no dé pasos en la dirección que reclama la campaña Cambia Tus Zapatos. Esta es una de las maneras de transformar la sociedad que tenemos las personas consumidoras.

¿Qué esconden estas marcas para no querer informar sobre Derechos Humanos en sus cadenas de suministro? Seguramente, reproduzcan varias de las características que dibujan la actual industria del calzado. Un sector donde, como punto de partida, nos presenta que el 88% de su producción mundial se da en Asia, allá donde las legislaciones permiten a las empresas realizar prácticas esclavas de forma legal.

Algunas marcas sí disponen de fábricas propias en las que llevan a cabo su producción, pero lo habitual es la deslocalización, es decir, la subcontratación de talleres situados a miles de kilómetros para que cosan los zapatos. De esta manera, la marca tiene más facilidad para desprenderse de la responsabilidad de garantizar condiciones dignas a quienes trabajan para ella, pasándosela a quienes regentan estos talleres proveedores.

Otro aspecto generalizado en la industria es la ausencia del pago de salarios dignos en los países productores. Al igual que sucede con numerosos concursos públicos, los talleres que quieren hacerse con onerosos contratos a cambio de producir para una gran marca reducen los costes de producción, normalmente, recortando en salarios y otro tipo de derechos humanos y laborales. Por tanto, la seguridad y salud laboral también se resienten, principalmente, en las curtidurías e produce el cuero.

Frente a esta situación es básico que las y los trabajadores puedan unirse y luchar por unas mejores condiciones, pero tampoco se fomenta desde esta industria la libertad sindical y la negociación colectiva. Quienes más lo necesitarían además son los colectivos más vulnerables y que más pagan las consecuencias de la precariedad en esta industria del calzado: las personas migrantes y las que trabajan desde su domicilio.

¿Continuamos mirando hacia abajo para ver lo que esconden nuestros zapatos?






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